Inicia la segunda etapa de reconstrucción del templo de Nurio, Michoacán

Si las parroquias son las casas de la fe, el pueblo michoacano de Nurio ha demostrado que la suya es inquebrantable y que, de las cenizas, puede edificar una ‘nueva’ iglesia, donde los saberes de sus antepasados se conjugan con los de las generaciones de hoy, según constatan los trabajos de reconstrucción, realizados hasta el momento, del Templo de Santiago Apóstol, abrasado por las llamas, el 7 de marzo de 2021.

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y sus coordinaciones nacionales de Monumentos Históricos, de Conservación del Patrimonio Cultural, de Antropología y de Recursos Materiales, en colaboración con las áreas técnicas del Centro INAH Michoacán, ha acompañado y guiado la intervención en este monumento del siglo XVII.

Las acciones preliminares de esta propuesta de recuperación se desarrollaron en solo mes y medio, después del siniestro, ante la urgencia de tomar medidas para evitar mayores deterioros en el inmueble, cuyas estructuras de madera: cubierta, artesón y coro, fueron casi pérdida total (98%), al igual que los bienes muebles en su interior (95%), más los daños parciales en muros y aplanados.

Por lo anterior, comenta la arquitecta-restauradora del Centro INAH Michoacán, Edith Rosaura Mendoza Ávila, las obras de esta primera fase contemplaron la conformación de la estructura de cubierta, del artesón y de los acabados (pisos, muros, carpinterías); la restauración de la fachada y la habilitación de la instalación eléctrica.

La segunda etapa, a cargo del área de Conservación y Restauración del Centro INAH Michoacán, se centrará en la restauración de los bienes culturales muebles y muebles asociados al inmueble dañados, y en la reposición de los perdidos, en colaboración con las empresas contratadas, para que se ajusten a medidas, diseños y acabados, conforme la técnica de manufactura y las características plásticas originales.

Los datos precisos de estos bienes, que en buena parte corresponden a imágenes devocionales y la ornamentación que los complementa, pudieron obtenerse gracias a la identificación, clasificación y resguardo de sus vestigios quemados, así como a la búsqueda intensa de información entre instituciones y particulares.

De este modo, ha comenzado la restauración de la pintura mural de San Cristóbal y la pintura de caballete del retablo de la Purísima Concepción, así como la elaboración de dos de los seis retablos con que contaba la iglesia, cuatro de ellos de estilo barroco.

Se repondrán seis retablos, 19 esculturas, 11 pinturas de caballete, el baptisterio, la puerta de acceso principal y la de comunicación con la sacristía, dos pilas de piedra, el comulgatorio y dos urnas; y la decoración dorada del sotocoro y del artesón.

También, se harán procesos de conservación y restauración en dos esculturas, un confesionario y unas andas, parte de los escasos bienes que lograron recuperarse, pero dañados; se repondrán 11 objetos antiguos de uso cotidiano y se atenderá el acabado del piso y la limpieza especializada de la fachada.

Una empresa titánica

Al hacer un balance de la primera etapa, Mendoza Ávila señala que han sido clave los expedientes de obra del Centro INAH Michoacán y de la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, que concentran fotografías, planimetría y algunas bitácoras de las intervenciones realizadas en el templo en 1977, y entre 1998 y 2000.

Destaca la colaboración de la experta en arquitectura virreinal y autora de Los artesones michoacanos, Gloria Álvarez Rodríguez, quien participó en las intervenciones de esos años y proporcionó fotografías de las obras ejecutadas, incluidas las que mostraban el trabajo del artesón y la cubierta de madera original.

Con esa base documental, las obras iniciaron en junio de 2021. La empresa responsable, Pzix Restauración, vecina de la Meseta Purépecha, privilegió la contratación de carpinteros y oficiales de Sevina y Nurio que, a su vez, capacitaron a personal joven; en tanto, el supervisor fue un arquitecto oriundo de Nahuatzen.

“En el artesón –que antes del incendio ya no tenía decoración, salvo la cromática de la estructura que va inserta en los muros (arrastres, tabicas y canes)– se usaron las técnicas de carpintería de lo blanco, retomando su geometría, ensambles y proporciones de la estructura; mientras, en las cerchas, si bien se rescató el diseño del ensamble, este se perfeccionó a manera de dovela, lo que evita desplazamientos.

“Por otra parte, la estructura de madera de la cubierta se fabricó en su totalidad, aunque conservó el diseño que presentaba en 1998-2000, que era una adecuación a la de origen. Se reforzó, respetando los ensambles, la geometría y las proporciones que nos dictaban los vestigios existentes, y en el acabado recuperamos el uso del tejamanil”, explica la experta del Centro INAH Michoacán.

También se conservaron testigos originales que dan cuenta del trabajo de madera para el piso del sotocoro. Estas piezas se rescataron, limpiaron y trataron para reubicarlas en el área del presbiterio, abunda Edith Mendoza quien, a su vez, subraya la recuperación del “angareo” u hacheado, un acabado tradicional en la madera.

La mayoría de la madera de pino usada provino de los bosques de la comunidad indígena de San Juan Nuevo, cuyo aserradero comunal es ejemplo del aprovechamiento forestal sostenible, así como del de Nahuatzen, donde se obtuvieron bloques de grandes formatos para tirantes, gualdras y armaduras.

El tratamiento aplicado a estos elementos, consistente en la impregnación de las piezas contra pudrición, daño por insectos y retardante al fuego, se hizo con apoyo de la Facultad de Ingeniería en Tecnología de la Madera, de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, en el diagnóstico, propuesta y supervisión.

Para la consolidación de los muros, la reintegración de los aplanados y el confinamiento de los canes, arrastres y estructura base del artesón y la cubierta se utilizó tierra de los alrededores de la localidad; aparte de la aplicación de pintura a la cal, en concordancia con los restos de color encontrados en muros.

La arquitecta Edith Mendoza concluye que ha sido satisfactorio ver que, en cerca de cuatro años desde el siniestro, la gente de Nurio ha pasado de la desazón y la tristeza, a la esperanza: “Ahora empiezan a buscar las imágenes, a Santiago Apóstol, y a planear las fiestas religiosas, un espíritu al que el INAH ha contribuido al hacerles partícipes de los trabajos, por medio de talleres comunitarios, que continuaremos en 2025”.